martes, 20 de septiembre de 2011

Niceto Blázquez, O.P.

JMJ2011

JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

El día 17 de agosto del 2011 llegó a Madrid el Papa Benedicto XVI para presidir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Estos encuentros del Papa con los jóvenes católicos de todo el mundo fueron iniciados por Juan Pablo II y se han convertido ya en un acontecimiento de interés universal. En las páginas que siguen me es grato hacer unas breves reflexiones sobre el significado social, político y religioso del mismo después de recordar la trayectoria histórica de dichos encuentros hasta llegar a Madrid en agosto del 2011.

1. TRAYECTORIA HISTÓRICA

La historia de la JMJ puede resumirse del modo siguiente. Año 1975: Encuentro internacional de jóvenes católicos en Roma durante la Semana Santa de 1975 por iniciativa de Pablo VI. Este histórico encuentro fue clausurado con La Marcha Internacional de la Reconciliación Cristiana que recorrió el camino de San Francisco desde Asís hasta Roma. Año 1983-1984: Entre las distintas celebraciones dedicadas a la juventud con motivo del llamado Año Santo de la Redención, en recuerdo de la muerte de Cristo 1950 años atrás, una importante convocatoria tuvo lugar en la vigilia del Domingo de Ramos en Roma en la que participaron más de 300.000 jóvenes procedentes de todas partes del mundo. Con este motivo el papa Juan Pablo II obsequió a los jóvenes con una cruz de madera como símbolo del amor del Señor Jesús por la humanidad y como anuncio de que sólo en Cristo, muerto y resucitado, está la salvación y la redención del ser humano. Esta cruz es llevada por los jóvenes como si llevaran a Cristo mismo a hombros por todos los rincones del mundo en donde se dan cita cada tres años con el Papa. Puede decirse que con este gesto Juan Pablo II puso la primera piedra de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) para que se celebrara en adelante cada tres años en alguna ciudad importante del mundo. Por su parte, la ONU proclamó el año 1985 Año Internacional de la Juventud y con este motivo la Iglesia organizó en marzo del mismo año un nuevo encuentro internacional con otros 350.000 jóvenes en la Plaza de S. Pedro. Un año más tarde, 1986, tuvo lugar formalmente, también en Roma, la primera Jornada Mundial de la Juventud tal como la conocemos hoy día.

En aquella ocasión Juan Pablo II hizo un llamado a los jóvenes de todo el mundo para que se reunieran en la ciudad de Buenos Aires y desde entonces la Jornada Mundial de la Juventud viene celebrándose cada año el Domingo de Ramos en todas las diócesis del mundo, y cada tres años este acontecimiento asume el formato de una reunión internacional en la que jóvenes de los cinco continentes se reúnen con el Papa en alguna ciudad importante para compartir su fe con los demás y reflexionar sobre algún tema importante de actualidad. El organismo encargado de la organización y coordinación de las Jornadas Mundiales es el Consejo Pontificio para los Laicos cuya sección joven fue instituida por Juan Pablo II en el 1985. Las ciudades que fueron anfitrionas de estas jornadas hasta el 2011 fueron las siguientes: Buenos Aires (1987); Santiago de Compostela (1989); Czestochowa (1991); Denver (1993); Manila (1995); París (1997); Roma (2000); Toronto (2002); Colonia (2005); Sidney (2008); Madrid (2011). En Madrid el papa Benedicto XVI anunció que el próximo encuentro tendrá lugar en Río de Janeiro (2013).

2. UN ACONTECIMIENTO DE GRAN ENVERGADURA SOCIAL

Estas celebraciones son en primer lugar un acontecimiento social muy importante porque se movilizan millones de personas jóvenes procedentes de todo el mundo, lo cual supone un programa complicado y arriesgado que requieren una inversión de medios materiales, financieros, de servicios sociales y de seguridad personal impresionante. Sin olvidar la movilización de los medios de comunicación por el carácter noticioso del evento protagonizado por la presencia del Papa. De hecho la Jornada Mundial de la Juventud, presidida por el Papa, se ha convertido en un fenómeno social de masas que no deja indiferente a nadie en los lugares donde tiene lugar su celebración. La movilización de millones de personas jóvenes, y no tan jóvenes, para encontrarse y llevar a feliz término las actividades programadas exige poner a disposición de los peregrinos medios de transporte, nacionales e internacionales, servicios policiales especiales de seguridad personal, lugares y casas de acogida así como recursos económicos muy elevados. Socialmente hablando y teniendo en cuenta que en agosto del 2011 el mundo entero estaba padeciendo una crisis económica muy preocupante, los gastos que la celebración de este acontecimiento llevaba consigo fueron objeto de duras críticas por parte de algunos los cuales pensaban que dichos gastos no estaban justificados. Pero de este asunto hablaremos después. De momento sólo quiero destacar el significado social del evento antes de hacer la valoración objetiva del mismo. De hecho, los medios de comunicación social actualmente más importantes dieron una cobertura informativa al acontecimiento como si de un asunto de interés público extraordinario se tratara.

3.REPERCUSIONES POLÍTICAS INDIRECTAS

Como consecuencia lógica e inevitable de la importancia social de la JMJ la cita de jóvenes de todo el mundo con el Papa en Madrid tuvo repercusiones políticas importantes por el mero hecho de que no hay acontecimiento público masivo que no afecte directamente a las estructuras y formas de ejercer el poder político. Y más aún en este caso en el que los actos celebrativos eran presididos personalmente por el Papa por lo que las autoridades políticas españolas de turno, con mucho gusto unos y con gran disgusto otros, tuvieron que implicarse a fondo en ellos y tomar nota de los discursos y enseñanzas que el Pontífice había de dirigir a los jóvenes católicos del mundo entero. Por ejemplo, en defensa de la vida humana desamparada por la mayoría de los regímenes democráticos, o la forma de evitar los conflictos bélicos mediante la educación de los ciudadanos en los valores y derechos fundamentales del hombre.

Pero las repercusiones políticas indirectas de la JMJ se apreciaron más explícitamente en la forma de recibir y tratar al Papa por parte del gobierno español como un Jefe de Estado, en concreto del Estado Vaticano. Todos los observadores políticos razonables y bien educados coincidieron en reconocer la impecable corrección política de las autoridades españolas durante la celebración de los actos de la JMJ en Madrid. Y, por supuesto, no pudieron hacerse los sordos ante la lección magistral de diplomacia y humanidad del anciano Pontífice e incluso del mensaje de sus discursos inspirados en la realidad de la vida y en el evangelio de Jesucristo. Que las autoridades políticas fueron conscientes desde el primer momento de que se trataba de un acontecimiento muy importante quedó bien reflejado en los actos oficiales de recepción y despedida del Papa. En efecto, Benedicto XVI fue recibido en el aeropuerto de Barajas por los Reyes de España y no sólo por el cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. En el Pabellón de Estado del aeropuerto el rey pronunció unas palabras de bienvenida e hizo de anfitrión en un acto en el que participaron el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En otro momento el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, entregó protocolariamente al Pontífice las llaves de la ciudad. Durante su estancia en Madrid el Papa visitó a título privado a los reyes en su casa y estos y los príncipes de Asturias asistieron a diversos actos religiosos presididos por el Pontífice y, terminados los trabajos de la JMJ, el rey D. Juan Carlos despidió a Benedicto XVI, en calidad de jefe de Estado. Todos estos actos reflejan el hecho de que las connotaciones políticas colaterales del evento eran inevitables. Pero no confundamos las cosas.

4. UN ACONTECIMIENTO PRIORITARIAMENTE RELIGIOSO

A pesar de lo que termino de decir, este macro-acontecimiento social de la JMJ tuvo un carácter esencialmente religioso y no político, con la particularidad sorprendente de que sus protagonistas principales fueron jóvenes de ambos sexos llegados de todo el mundo para hacer profesión pública de su fe cristiana ante la faz de la tierra de una forma estética, alegre y civilizada bajo la guía del Obispo de Roma o Papa. Esa expresión juvenil de la fe cristiana se llevó a cabo en un contexto de exquisito civismo y de gran belleza artística presentando la cara amable, amorosa y más humana de la fe cristiana. La JMJ, insisto, no fue un evento político en sí mismo sino religioso para invitar públicamente a una reflexión profunda iluminada por la fe cristiana acerca de los valores esenciales de la vida humana en este mundo donde se desarrollan las actividades políticas. Así las cosas, los actos religiosos se llevaron a cabo de una forma espontánea y libre de complejos ridículos. Tanto el Papa como los centenares de miles de jóvenes reunidos pudieron expresar sus creencias religiosas movidos por el espíritu cristiano que los había convocado y no por otros intereses.

En ese contexto la JMJ denunció de forma razonable, estética y juvenil las mayores brutalidades que actualmente cometen los poderes políticos contra la vida humana y proclamaron a los cuatro vientos el consuelo que aporta la fe cristiana en los momentos más duros de la vida como alternativa a la desesperanza, si no desesperación, que se deriva de los abusos del poder político y financiero. Se invocó a Dios públicamente sin complejos y se afirmó la necesidad de escuchar correctamente su palabra para afrontar con dignidad los grandes problemas crónicos que aquejan a la humanidad como son el sufrimiento, los atropellos contra la vida, las injusticias sociales y la desesperación ante la muerte. Toda esta problemática aparece más o menos explícita a lo largo de los discursos que el Papa dirigió a los jóvenes de la JMJ. Pero estos discursos, insisto, nada tienen que ver con los discursos y arengas de los políticos por más que no puedan pasar desapercibidos ni siquiera para aquellos profesionales más irracionales y desaprensivos del poder. La celebración de la JMJ de Madrid puso de manifiesto hasta qué punto ni la fe verdadera necesita hacer política ni la buena política puede hacerse sin tener en cuenta las genuinas creencias religiosas de los ciudadanos.

5. LA JMJ COMO ACONTECIMIENTO MEDIÁTICO

Por lo general, los acontecimientos eclesiales no suelen gozar de buena prensa fuera del ámbito de los medios de comunicación propios de la Iglesia o afines. Lo cual no significa que la Iglesia como institución social pública deje de ser en ningún momento noticia de interés general. La Iglesia está integrada por seres humanos que al mismo tiempo son ciudadanos y las miserias humanas son siempre noticia. De hecho los fallos eclesiales, lo mismo si son reales como si son falsos o exagerados, producen siempre un despliegue informativo insaciable. Cualquier opinión vertida por alguna institución eclesial, que no sea considerada como “políticamente correcta”, es motivo para cebarse contra ella en la mayoría de los medios informativos no eclesiales modernos, incluso cuando se trata de cuestiones troncales sobre el respeto a la vida humana y otros derechos humanos fundamentales, sin excluir aspectos teológicos esenciales de primera clase.

Pero en ocasiones hay sorpresas agradables y una de ellas, al menos para mí, fue la cobertura informativa dispensada a los actos de la JMJ. No ha habido medio informativo que haya caído en mis manos, o que yo haya consultado en las redes sociales, en el que el acontecimiento de la JMJ de Madrid no haya recibido el trato amplio y preferencial que corresponde a las noticias importantes de interés general. Yo mismo no salía del asombro cuando me di cuenta de que las imágenes en directo que estaba viendo procedían de TVE, un canal, por cierto, poco afecto a los eventos eclesiales por su ideario más que discutible. Pero mi sorpresa no quedó ahí. Pronto leí en un informativo que algunos de los funcionarios del colmillo retorcido de TVE habían protestado por el trato preferencial que se había dado a la JMJ. Protesta que vino a confirmar la buena impresión que yo había sacado de TVE por su cobertura informativa del gran evento del que estamos hablando. Cabe decir que así como la radio fue el medio de comunicación líder de los militares en la primera guerra mundial, la aviación en la segunda y la informática en las guerras actuales, las redes sociales aglutinadas en Internet han sido las protagonistas de la comunicación durante las jornadas de la JMJ. Evoco los tiempos de guerra para contrastar el uso perverso de los medios de comunicación a favor de las armas con el uso de los mismos para divulgar eventos de paz y felicidad humana del calibre de la JMJ.

Otra cosa que me parece oportuno destacar es el protagonismo de los laicos, hombres y mujeres jóvenes, que intervinieron en la retransmisión del evento en las redes sociales dejando en un segundo plano a los clérigos. Una de las ventajas de este protagonismo consistió en desmentir de una manera espectacular la falsa convicción generalizada de que la Iglesia es un asunto exclusivo de eclesiásticos. O lo que es igual, que la Iglesia son los curas, los frailes y las monjas. Durante la celebración de los actos de la JMJ esta falsa idea sobre la Iglesia fue desmentida sin nadie pretenderlo por la mera espontaneidad de los jóvenes los cuales se reunieron gozosamente en torno al líder principal de la Iglesia, con sus problemas personales y llenos de ilusión, en un momento histórico de gran desencanto humano. Los clérigos, cuando actúan en los medios de comunicación social, tienen propensión irresistible a divulgar ideas, doctrina y sentimientos piadosos de forma no siempre acertada. Muchos de ellos no saben estar en los medios de comunicación e igualmente la mayor parte de los profesionales de la información, todo hay que decirlo, no saben tratar con los eclesiásticos ni los asuntos de la Iglesia. Este desencuentro es ya crónico y estoy convencido de que por ambas partes sigue existiendo una asignatura pendiente. Los divulgadores laicos de la JMJ, en cambio, hicieron su trabajo informativo con gran objetividad, gusto estético, naturalidad y entusiasmo persuasivo. Pienso que los teólogos actuales tienen también mucho que aprender de las celebraciones de la JMJ. Deberían hacer un esfuerzo mayor por aprender a divulgar el pensamiento teológico en los medios de comunicación evitando que la reflexión teológica degenere en ideología política de dudosa calidad o en el fanatismo religioso.

6. “¿INDIGNADOS” O “INDIGNANTES”?

Estos encuentros tienen un valor educativo ejemplar para todos por su carácter juvenil, estético y amable. Pero, paradójicamente, en este contexto surgió un grupo autodenominado los “indignados”, presentados por los medios de comunicación como los jóvenes del 15-M, por el hecho de haber ocupado abusivamente la madrileña plaza de puerta de El Sol el 15 de mayo en vísperas de la llegada de los jóvenes peregrinos de la JMJ. Al principio este grupo de “indignados” se ganó la simpatía de mucha gente por su forma aparentemente sincera y justa de protestar contra la corrupción política reinante, bajo el lema “democracia real ya”. Algunos medios les dieron mucha caña desde el principio hasta el punto de que cualquiera que hablaba de ellos en las tertulias y columnas periodísticas lo primero que hacía era dejar claro que los “indignados” estaban lanzando un mensaje digno de todo respeto y admiración. A mí, personalmente, desde el primer momento me causaron la impresión de ser “pájaros de mal agüero”. Pasaron los días y pronto se fue descubriendo que aquellos jóvenes “indignados” no eran tan honestos políticamente como parecían ni actuaban al margen de consignas bien orquestadas por líderes políticos de extrema izquierda en la línea de los antiguos marxistas “anti-sistema” contra todo lo que no fueran ellos y sus intereses egoístas. De hecho no tardaron en manifestarse con formas agresivas y obscenas de conducta contra los jóvenes de la JMJ a los que en alguna ocasión trataron de humillar con la complicidad de la administración socialista de turno en España. Por estas actuaciones, y las que siguieron de forma sistemática después, la opinión pública en general se volvió contra ellos prevaleciendo la razón sobre la sinrazón, la belleza sobre el mal gusto y la promoción de los valores humanos fundamentales sobre el travestismo de los mismos. De hecho, pocos o nadie creyó más en sus presuntas buenas intenciones de origen y de justamente “indignados” por las injusticias de los políticos pasaron a ser tratados como “indignantes” por sus formas hipócritas y antisociales de comportamiento. Por todo esto se comprende que, después de algunos días gloriosos ocupando de forma abusiva y descarada la madrileña puerta del Sol en Madrid, retando al magno acontecimiento de la JMJ, fueran considerados irónicamente como perroflautas y cantamañanas de los que políticamente no cabía esperar nada mejor que lo malo ya existente. Por el contrario, los jóvenes de la JMJ dejaron una imagen positiva sorprendente de ilusión y esperanza social.

7. PREGUNTAS DE LOS JÓVENES AL PAPA

Durante la ceremonia de la gran vigilia organizada en el madrileño aeródromo de Cuatro Vientos, la tarde del 20 de agosto, cinco jóvenes de ambos sexos formularon a Benedicto XVI sendas preguntas personalizadas a las que el Pontífice no pudo responder a causa de la fuerte tormenta de aire y agua que puso en peligro la continuación de la gran celebración nocturna. A pesar de todo el Papa aprovechó la ocasión después para responder a estas preguntas de una forma genérica y no personalizada como estaba previsto. Por esta razón me ha parecido pertinente reproducir las preguntas de los jóvenes seguidas de un breve comentario de mi propia cosecha remitiendo al lector al texto pontificio aludido.

PAUL HITCHINGS, del Reino Unido: “Me llamo Paul. Soy inglés y me convertí a la Iglesia católica hace unos años, gracias a la ayuda de unos amigos y el estudio de la historia de la Iglesia de mi país. Descubrí que quien encuentra a Cristo se encuentra a sí mismo, descubre su propia identidad. Pero en el mundo actual la fe cristiana se equipara a otros credos, religiones, y resulta difícil comprender que Cristo es el salvador de todos los hombres. ¿Quién realmente es Cristo? ¿Vale para todos los hombres, o sólo para los cristianos?”
COMENTARIO BREVE. La pregunta refleja la mentalidad dominante en algunos ambientes de la “new age”, la cual se caracteriza, entre otras cosas, por la tendencia al sincretismo agnóstico que iguala a todas las religiones. Sin embrago, la exégesis bíblica más cualificada y la teología católica más realista explican lo que hay de común en todas las religiones y las diferencias esenciales que existen entre unas y otras, con un resultado positivo muy superior a favor de Cristo por relación al resto de los líderes religiosos. Por otra parte Cristo es el rostro visible de Dios que asume como suyo todo lo humano menos la maldad, incluido el sufrimiento y la muerte. En este sentido su mensaje de salvación es válido para todos los seres humanos, sean o no creyentes. Por ejemplo, todo lo que se refiere a los derechos humanos fundamentales que le vienen dados al hombre por la naturaleza. Otros aspectos y formas de conducta prácticas derivadas de la fe cristiana sólo son válidos para los cristianos. Por ejemplo, la práctica de los sacramentos y de normas morales derivadas de los mismos. Con el estudio objetivo de la exégesis bíblica, de la historia serena y científica de las religiones, apuntalado siempre con la experiencia de la vida, no resulta excesivamente difícil optar personalmente por el seguimiento de Cristo como consolador inigualable en las adversidades de la vida y salvador de todos los hombres.

ROSELYNE WARAU MWANGI, de Kenya: “Me llamo Roselyne, soy keniana y trabajo en Strathmore University. Yo dedico mucho tiempo a trabajar en el campo social con marginados y gentes muy pobres. Recientemente en mi universidad hemos puesto en marcha una campaña especial para ayudar a las víctimas del hambre en Kenya, Etiopía y Somalia. Su Santidad ha dicho que en los pobres podemos tocar a Cristo. Es verdad, pero hay veces que no resulta fácil, porque, ante el sufrimiento del mundo, especialmente en esta crisis económica, nos preguntamos por el sentido del dolor en el plan de Dios. Cuando los que sufren nos preguntan sobre esto, nos cuesta responder. ¿Cómo hacerles comprender que en ellos está Cristo vivo y sufriendo? ¿Cómo decirles que ellos le importan mucho a Dios?
COMENTARIO BREVE. Desde que existe la humanidad los hombres y mujeres de todos los tiempos han tratado de encontrar una respuesta convincente a la existencia del sufrimiento con resultados muy diversos, desde la opción por la desesperación hasta la arrogancia estoica pasando por la anestesia existencial y el rechazo de Dios como presunto responsable del mismo. En la Biblia esta cuestión fue planteada de forma escenificada y cruda ya en el libro de Job. Después de tantos siglos de sufrimiento humano, del que los responsables principales han sido y siguen siendo los hombres y las mujeres, unas veces de buena y otras de mala fe, la única respuesta aceptable al dolor humano se encuentra en la vida, muerte y resurrección de Cristo.

Cristo, en efecto, asumió todo el dolor humano que culmina en la muerte y lo transformó en amor a toda la humanidad. La respuesta final fue su paso de la muerte a la resurrección desde la cual resulta relativamente fácil de entender su discurso de las bienaventuranzas o sermón de la montaña en el que, paradójicamente, pronostica una felicidad sin marcha atrás para todos aquellos y aquellas que viven en este valle de lágrimas sin renegar jamás de Dios, ayudando a los más débiles e indefensos y amando incluso a los enemigos. Cristo hizo una demostración práctica con su vida, muerte y resurrección para que nosotros, pase lo que pase, no tengamos jamás miedo al dolor ni perdamos la esperanza de encontrar el consuelo que ansiosamente buscamos aunque haya que salir del espacio y del tiempo siguiendo su ejemplo.

Esta es la respuesta teórica o verbal cristiana al dolor humano. La respuesta práctica al interrogante del dolor consiste en tratar a los más débiles e indefensos con el mismo amor y la misma esperanza con que Cristo afrontó el calvario de su vida y resucitó gloriosamente de entre los muertos. La experiencia de la vida enseña que quienes siguen a Cristo con esta mentalidad encuentran siempre un consuelo y alivio reconfortante en sus dolores físicos y morales que no se logra en ninguna otra opción religiosa, psicológica o social, frente a las calamidades de la vida.

ROBERT DE SIMONE, de Estados Unidos: “Me llamo Robert y me voy a casar, si Dios quiere, dentro de unos meses. El matrimonio cristiano es una hermosa vocación, y mi novio y yo buscamos ser felices. Nos damos cuenta, sin embargo, de que esta vocación es muy exigente, y vemos que muchos matrimonios cristianos, y los jóvenes, no siguen las orientaciones de la Iglesia en moral sexual y matrimonial. No nos sentimos bichos raros, pero da la impresión de que la moral cristiana fuese para pocos, o que es muy difícil cumplir lo que Cristo y la Iglesia nos piden. ¿Cómo vivir la vocación al matrimonio con fidelidad?
COMENTARIO BREVE. Hay que reconocer que muchos moralistas y pastores de la Iglesia dejan bastante que desear en lo que se refiere a la forma pedagógica de presentar la doctrina de Cristo y de la Iglesia sobre la moral sexual y el matrimonio, lo cual produce a veces desconcierto y ansiedad en los cristianos poco instruidos y de buena fe. En la enseñanza de la moral cristiana ocurre lo mismo que en la enseñanza de cualquier disciplina académica en los diversos centros docentes públicos y privados. Hay maestros profesionalmente incompetentes, buenos y malos pedagogos. A veces los alumnos tienen suerte y se encuentran con buenos profesores y otras la suerte no les acompaña. Esto ha sido siempre así y seguirá siendo en el futuro. Dicho lo cual hay que añadir lo siguiente.

Por lo que se refiere a la moral sexual y del matrimonio lo que está en juego es la forma de expresar el amor de forma auténticamente humana y es aquí donde la cultura dominante está viciada por una forma errática de entender el amor humano que ni la verdadera moral cristiana ni la Iglesia pueden aprobar. Existe una confusión cultural institucionalizada del amor humano con el ejercicio crudo de la sexualidad como fuente de felicidad, o bien con los estados sentimentales de enamoramiento. Ahora bien, el amor del que hablaba Cristo como paradigma de la vida humana es el amor personal que es el que da sentido y legitimación a la comunicación sexual y al enamoramiento razonable y no patológico. Muchos se casan sin otro motivo determinante que el estar enamorados; para practicar el sexo de una forma socialmente aceptada; y hasta impulsados por intereses meramente económicos y familiares. Si estos motivos por separado o todos juntos no son superados las relaciones matrimoniales están condenadas fatalmente al fracaso por la simple razón práctica de que no han descubierto el amor personal, el cual puede y debe existir también sin relaciones sexuales y sin enamoramiento. Si falta el amor personal, tanto las relaciones sexuales como el enamoramiento terminan convirtiéndose antes o después en fuente de sufrimiento y desencanto. Por el contrario, cuando esas formas de conducta son expresiones adecuadas y razonables del amor personal, participan de la dignidad de la persona y son fuente segura de felicidad.

La respuesta cristiana, pues, a la vocación matrimonial es el amor personal que dignifica todas las relaciones de pareja. Por ello, Cristo no dijo: enamoraos y tened relaciones sexuales los unos con los otros, sino “amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. O sea, con el amor personal que dignifica todas las acciones amorosas concomitantes, cuando las hubiere, de acuerdo con la situación de las personas y las circunstancias personales y sociales. De ahí también que el amor personal exigido por Cristo y la Iglesia requiera tiempo para su maduración, aprender de la experiencia de la vida y confiar en las promesas del Señor Jesús para no desfallecer en el camino. Por lo demás, todo lo que es excelente en su género tiene un precio, y el amor personal, del que habla Cristo y debe promover la Iglesia, es la perla preciosa puesta por Cristo como piedra angular de su humanismo. En esto la respuesta cristiana a la pregunta formulada es válida para todos, creyentes y no creyentes.

KRITZIA SANTOS, DE FILIPINAS: “Me llamo Kritzia y soy filipina. Estoy haciendo un Máster de desarrollo Comunitario y aspiro a metas grandes en mi vida, como Su santidad dice en su Mensaje. Pero en mi ambiente se entiende por “metas grandes” el dinero, el poder, tener puestos de fama y prestigio. Parece difícil aspirar a grandes ideales si uno quiere ser fiel a su fe y vivir como cristiano. Quisiera preguntarle: ¿qué hacer para no renunciar a mis ideales, a mi fe, sin alejarme de la sociedad y luchando para ser testigos de Cristo en nuestro mundo?”
COMENTARIO BREVE. Esta pregunta parte de un error práctico que consiste en estar en la sociedad y trabajar en ella con la obsesión religiosa de dar testimonio de Cristo cuyo mensaje, estaría en contradicción con la felicidad y el bienestar natural que buscan todos los seres humanos. Pienso que no hay tal contradicción y por ello lo que hay que hacer es saber estar en medio de la sociedad. ¿Cómo? No luchando y peleando para dar testimonio de Cristo e imponer la fe cristiana a nadie, sino trabajando en nobles proyectos de humanidad y progreso con competencia profesional y honradez personal a prueba de fuego sin perder los estribos.

Cuando los cristianos intervienen en los asuntos de la vida pública con este talante la gente constata que algo o alguien hay detrás de su forma de trabajar que no se encuentra en otras personas. Es entonces cuando la gente se pregunta por qué, y los cristianos tienen la oportunidad de explicar de forma razonada a sus interlocutores las razones de la fe cristiana en la que se inspiran y da sentido a todo su trabajo social. Así, creo yo, es como hay que ser testigos de Cristo en las sociedades modernas y no de forma explícita e impositiva. Profesionalidad, honradez personal y serenidad ante las adversidades son los mejores argumentos para que el mundo moderno entienda y haga suyo el mensaje liberador y redentor de Cristo. Los cristianos bien temperados ni huyen de la sociedad y sus problemas ni comulgan con ruedas de molino en la forma de afrontar la vida. Jesucristo quiso que los suyos permanecieran en el mundo sin hacerse cómplices de sus corrupciones y maldades. Cuando los cristianos destacan por su profesionalidad y honradez personal el testimonio cristiano se produce de una manera natural sin caer en el fanatismo religioso. Los cristianos tienen que aprender a estar en el mundo como el azúcar en el café, el fermento en la masa, las semillas en los frutos sazonados, la sal en los alimentos y la luz en todas partes. El testimonio y todo lo demás se produce después por añadidura y de forma natural sin buscarlo.

KATHLEEN HROMEK, de Alemania: “Querido Santo Padre, me parece que yo soy la menos cristiana de todos los que han hablado. Me llamo Kathleen, soy de Berlín y aún no estoy bautizada, aunque practico un poco. Me atrae la persona de Cristo pero no sé si realmente quiero ser cristiana, pues, aunque usted ha dicho que Cristo da todo y no quita nada, me cuesta mucho verlo. Si quiero ser cristiana de verdad tengo que renunciar a muchas cosas y no siento que Cristo se interese mucho por mí. Quisiera pedirle que rece por mí y que me diga qué tengo que hacer, por dónde tengo que empezar”.
COMENTARIO BREVE. Kathleen confiesa que se siente atraída por la persona de Cristo pero teme que el seguirle de cerca suponga una renuncia a bienes mayores que los que presuntamente podría conseguir con Él. La respuesta a esta pregunta, con los evangelios en la mano, es sencilla. Según los relatos evangélicos, en efecto, todas las mujeres que miraron, oyeron o se encontraron de alguna forma con Cristo quedaron todas ellas fascinadas y le convirtieron en su hombre, al que siguieron amorosamente hasta su muerte y resurrección. Cristo no las defraudó y tuvo con ellas gestos inequívocos de amor y estima hasta entonces desconocidos en Israel. Por esto creo que Kathleen está ya en el buen camino. Es sólo cuestión de que siga estudiando los relatos evangélicos para conocerle mejor sin olvidar la experiencia de las grandes mujeres del cristianismo que le siguieron de cerca a lo largo de la historia. Si así lo hace, sin dar marcha atrás, llegará el momento en que las renuncias exigidas por el seguimiento de Cristo la parecerán nimiedades en comparación con la cuota de felicidad alcanzada teniéndole amorosamente de su parte.

8. REFLEXIONES COMPLEMENTARIAS

Para terminar esta breve reseña de la JMJ 2011 en Madrid me parece oportuno destacar, entre otros, los aspectos siguientes.

1) UNIVERSALIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA
Católico significa universal y la JMJ fue un acontecimiento social de primera magnitud durante el cual se puso de manifiesto la universalidad real de la Iglesia católica superando los nacionalismos políticos y los sectarismos religiosos. En la Iglesia no hay extranjeros sino una comunidad polifacética de hombres y mujeres que se consideran todos miembros de la misma casa común, creados y redimidos por Dios en la persona de Cristo por obra y gracia del Espíritu Santo. En cualquier lugar de la tierra, y en el contexto de cualquier cultura, los cristianos pueden reunirse en torno al Obispo de Roma y demostrar que en la Iglesia no existen fronteras políticas, barreras geográficas ni culturales impuestas despóticamente por los nacionalismos egoístas y excluyentes. En la Iglesia, el nacer o vivir en un lugar u otro de la tierra es un aspecto circunstancial secundario. Lo esencial es sentirse unidos por el vínculo de la caridad y de la esperanza puesta en Cristo muerto y resucitado bajo la guía del Espíritu Santo en la casa común, que es la Iglesia, presidida por el Obispo de Roma como sucesor de Pedro. Los nacionalismos no cuadran con la universalidad de la Iglesia puesta de manifiesto en todas las celebraciones de la JMJ.

2) LA CARA JOVEN DE LA IGLESIA

La JMJ fue una explosión natural y ejemplar de juventud. Las personas más entradas en edad pasaron a un segundo plano y en todo momento los jóvenes, ellos y ellas, fueron protagonistas. La iglesia no son sólo las autoridades eclesiásticas entradas en edad sino también las “juventudes” propias que van tomando el timón pastoral y administrativo de la misma con generosidad, fuerza e ilusión. Estos y estas jóvenes tienen que afrontar los mismos problemas que los demás jóvenes de su entorno pero con la ventaja de la fe cristiana que les sirve de linterna espiritual para no perderse durante la oscura travesía de la vida. Esto explica en buena parte su alegría contagiosa a pesar de las incertidumbres y falacias del futuro pronosticado por las instituciones políticas y financieras. En la Iglesia, como en cualquier familia natural, los jóvenes son la alegría de los adultos y la esperanza de un futuro mejor siempre mejorable. En la Iglesia, aunque en algunas partes del viejo mundo se tenga otra impresión, existe una juventud comprometida y entusiasmada capaz de transmitir ilusión y esperanza a las generaciones futuras.

3) DOS MODELOS DE JUVENTUD CONTRAPUESTOS

Los “indignados”, de los que he hablado antes, lo único que consiguieron fue convencernos de que estaban manipulados y apresados por una ideología política travestida de escasa o nula credibilidad. Desde el primer momento los más avisados entendieron que, a pesar de sus apariencias ingenuas, el oportunismo y la mala intención era el telón de fondo de su irrupción en Madrid para cortar el paso a los jóvenes de la JMJ. Pero no consiguieron su objetivo sino sólo retratarse como un modelo de juventud incompetente, si no perjudicial, para asumir las responsabilidades de gobierno en un momento crítico de corrupciones políticas generalizadas y de crisis económica alarmante. En realidad, el modelo de juventud representado por los “indignados” no fue otro que el viejo modelo “anti-sistema” enganchado a las redes sociales con la mentalidad comunista y socialista trasnochada.

El modelo de juventud retratado en la JMJ, por el contrario, dejó un mensaje de civismo, belleza y esperanza que cautivó positivamente a las mentes lúcidas y a los sentimientos humanos más nobles abstrayendo de la confesionalidad cristiana o del agnosticismo de los telespectadores que siguieron el acontecimiento. Mucha gente quedó impactada por la simpatía desbordante de los jóvenes protagonistas de la JMJ hacía un líder religioso como Benedicto XVI, anciano y físicamente cansado, pero con una mente luminosa capaz de dar luz en un mundo a oscuras de valores y sentimientos nobles. Un columnista mediático se preguntó por qué se quiere tanto al Papa, y después de una argumentación sibilina y caprichosa llegó a la conclusión de que el catolicismo es la religión que ha cargado sobre los hombros del Papa la responsabilidad de ir por el mundo liberando a la gente del peso de la libertad de pensar, de decidir y de actuar. Por eso hay tanta gente que cuando ve al Papa lo quiere apasionadamente con un amor sin fin. O lo que es igual, la gente quiere al Papa porque anula nuestra libertad de pensamiento así como nuestra capacidad de tomar decisiones y de actuar en la vida por cuenta propia.

Es verdad que hay en la Iglesia católica gente que prefiere que sean otros los que piensen y tomen decisiones por ellos y no es este el momento de explicar las razones psicológicas de este lamentable fenómeno, que, por lo demás, tiene lugar en cualquier institución pública no eclesial. El miedo a la vida impulsa a mucha gente a buscar líderes a quienes someterse renunciando a la responsabilidad de forjar su propia personalidad. Este es un fenómeno universal, hasta cierto punto comprensible, pero que nada tiene que ver con las razones por las que los jóvenes católicos aclamaron al Papa anciano como a su verdadero líder espiritual de una forma libre y responsable.

Lo que más sorprende de esa forma pintoresca de interpretar la simpatía al sabio y anciano Papa es las ganas de buscar tres pies al gato haciéndonos creer que dicha simpatía juvenil es debida a que los exime de la responsabilidad personal de pensar y de obrar por cuenta propia. De hecho, una de las dificultades mayores que encuentran los jóvenes para seguir a Cristo y el liderazgo de la Iglesia consiste en asumir libre y responsablemente los compromisos humanitarios del cristianismo. Los jóvenes de la JMJ pusieron de manifiesto esas dificultades y su voluntad sincera de superarlas, pero en ningún momento pidieron al Papa que cargara él con esa responsabilidad en nombre de todos. Lo que le pidieron fue la ayuda de su experiencia como cristiano entregado en cuerpo y alma a Cristo y no excusas para eximirse de la responsabilidad de ser ellos mismos con pensamiento y decisiones propias, libres y responsables. Contrastando el modelo de juventud presentado por los “indignados” con el presentado por los jóvenes de la JMJ, es obvio que del primero hay poco o nada que esperar y del segundo mucho y de gran calidad humana.

4) NUEVA FORMA DE ESCRIBIR LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Otro aspecto interesante a destacar es la forma nueva de hacer y escribir la historia de la Iglesia. Hasta la invención de la imprenta los acontecimientos eclesiales eran dados a conocer por las personas que los protagonizaban y las que estaban presentes físicamente en el lugar de los acontecimientos. De estos relatos surgieron las tradiciones orales, muchas de las cuales fueron plasmadas manualmente en pergaminos. Pero todo este proceso suponía muchas y grandes limitaciones materiales, geográficas y personales en la codificación escrita y difusión del pensamiento cristiano. Con la invención de la imprenta hacia el año 1440 se produjo un cambio copernicano en este terreno cuando Gutenberg (1397-1468) terminó de imprimir íntegramente la Biblia de cuya edición primera se conservan 21 ejemplares en los museos. Desde ahora se harían proverbiales el poder y alcance de la página impresa, tanto para lo bueno como para lo malo. La imprenta se convirtió en una herramienta nueva de gran eficacia con unos resultados positivos para la difusión del cristianismo más allá de lo que al principio cabía imaginar. Por ejemplo, que cualquier persona, cristiana o no cristiana, creyente o no creyente, pudiera tener en sus propias manos los textos sagrados en los que, supuestamente, está contenida la revelación de Dios a la humanidad entera en la persona de Cristo como rostro visible de Dios.

Pues bien, con el desarrollo prodigioso de las tecnologías de la comunicación de masas, se ha producido otro giro copernicano para la difusión del humanismo cristiano. Para presentar la historia de la Iglesia, en efecto, no es necesario, como antes, ser escritores especializados en el cifrado e interpretación de documentos impresos y escribir después sesudos y eruditos volúmenes de historia de la Iglesia. A todos es obvio que a través de la prensa periodística, la radio, la televisión e internet con su coro de redes sociales la historia de la Iglesia se escribe sobre el terreno de una forma directa, viva, cercana y masiva, impensable hasta tiempos muy recientes, y la JMJ se ha convertido en un ejemplo vivo y palpitante de esta realidad. Con la organización de estas jornadas mundiales de la juventud católica se pone el epicentro de la cristiandad en cualquier lugar del mundo y desde allí, no necesariamente desde Roma, los jóvenes, con el Papa a la cabeza y la ayuda de las nuevas tecnologías de la comunicación social, difunden ante la faz de la tierra el mensaje humano y redentor de Cristo con gusto estético, alegría juvenil y eficacia. Pero esto no es todo. Los propios medios de comunicación facilitan al máximo el que esa explosión de vida cristiana quede también reseñada por escrito y visualmente en blogs y videos bellamente elaborados los cuales pueden ser leídos y vistos en cualquier punto geográfico del universo por cualquier persona que lo desee y disponga de esas tecnologías.

Ante estos hechos no cabe duda de que nos hallamos ante una forma nueva de escribir la historia de la Iglesia. Esta nueva forma no invalida en nada la tradicional propiciada por la imprenta clásica, pero representa un cambio significativo en la manera de transmitir a la posteridad el mensaje humanista y redentor de Cristo que ni sus discípulos inmediatos pudieron imaginar, y que los historiadores contemporáneos de la Iglesia han de tener en cuenta. Los historiadores clásicos de la Iglesia, pienso yo, pueden sentirse en algún momento desbordados, si no decepcionados, por la abundancia de información tendenciosa y superficial, pero disponen de medios mejores que sus antepasados para hacer su trabajo de historiadores con más cercanía a la vida real de la gente que en el pasado. En cualquier caso, y esto es lo que quiero destacar, las celebraciones de las Jornadas Mundiales de la Juventud católica constituyen un acontecimiento singular moderno por su forma de hacer historia de la Iglesia de una manera viva, directa y estéticamente bella ante la faz de la tierra, para satisfacción de muchos y daño para nadie.

5. ACOGIDA FAMILIAR DE LOS PEREGRINOS Y COMUNICACIÓN DE BIENES

Dije antes que la JMJ en Madrid fue un acontecimiento social muy importante en cuya organización se emplearon muchos recursos materiales y humanos. Esto no lo ha puesto nadie en duda. Al contrario, los grupos hostiles y los comentaristas negativos del evento, todos ellos irrelevantes pero que existieron, utilizaron como argumento contra la celebración de la JMJ la magnitud de la convocatoria y la cantidad de medios materiales requeridos para su celebración en un momento de crisis económica generalizada. La respuesta a esta objeción consistió en recordar a estos linces ciegos de la justicia las obras de asistencia social y humanitaria prestadas por la Iglesia en los países más pobres y olvidados del mundo en contraste con los dispendios que hacen los gobiernos de las naciones en la promoción de causas inefables y absurdas. Más aún, desde el punto de vista económico, todas las instituciones públicas que prestaron servicios salieron ganando. En la JMJ de Madrid participaron del orden de dos millones de jóvenes de 193 países, de los cuales 700.000 fueron extranjeros, y según los expertos, aportó económicamente a España del orden de 160 millones de euros. Lo cual significa que la gran convocatoria juvenil contribuyó a aliviar la crisis económica en lugar de agravarla. Pero esto no fue todo.

Con la organización y celebración de la JMJ se puso de manifiesto también la fraternidad cristiana y comunicación de bienes mediante la acogida generosa de los jóvenes peregrinos y sus acompañantes. Todas las instituciones eclesiales y numerosas familias cristianas pusieron a disposición de los visitantes cuantos medios estuvieron a su alcance para que los jóvenes peregrinos procedentes de los cinco continentes se sintieran como en su casa. Lo cual supuso un intercambio de experiencias personales directas de la fe, poniendo de manifiesto que en la Iglesia de Cristo nadie se siente extraño o extranjero sino hermano integrante de la gran familia cristiana, que es la Iglesia, donde las fronteras geográficas, culturales y nacionalistas son psicológicamente superadas hasta el punto de que todos sus miembros pueden sentirse, insisto, como en su propia casa. Este tipo de encuentros familiares a nivel restringido entre jóvenes cristianos de diversos países del mundo, y de familias enteras, se venía practicando con éxito desde finales de la segunda guerra mundial (yo he sido testigo de ello en Inglaterra) como método práctico para deshacer los prejuicios absurdos que generó la guerra. Pues bien, creo que la JMJ ha desbordado estos esquemas iniciales y se ha convertido en un fenómeno eclesial singular de comunión social y cristiana de bienes y experiencias de vida compartidas a escala mundial.

6) UN ÉXITO PARA LA IGLESIA Y ESPAÑA

Es justo reconocer que la mayoría de los medios de comunicación fueron realistas y objetivos en el trato preferencial que dieron a la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, presidida por Benedicto XVI en Madrid del 18 al 21 de agosto de 2011. Para corroborar esta afirmación me es grato reproducir un par de textos editoriales al respecto. Por ejemplo, el lunes 22 de agosto de 2011 el diario madrileño El Mundo publicó el siguiente Editorial: “UN COMPLETO éxito. Así hay que calificar esta Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que ayer se clausuró en Madrid. El mundo ha visto asombrado la vitalidad de la Iglesia católica, capaz de congregar a millón y medio de jóvenes de todas las nacionalidades. Quienes esperaban que a la muerte de Juan Pablo II se fuera disolviendo un fervor calificado de culto a la personalidad se equivocaron y, así, un anciano sacerdote sin el carisma de su predecesor ha superado todos los récords anteriores. Un éxito que hay que personificar en el cardenal Rouco Varela, impulsor de que la Jornada llegara a la capital española y cabeza de la organización como responsable de la diócesis en la que se ha celebrado. Pero también Madrid -la marca España-, sale reforzada de estos días. Era una tarea titánica proporcionar alojamiento, comida y transporte a los cientos de miles de peregrinos que se han congregado en la capital y el empeño se ha saldado con matrícula de honor gracias a la impecable colaboración civil y eclesiástica. Los hechos han demostrado lo absurdo de la oposición a sufragar con dinero público infraestructuras o la seguridad y la estupidez de criticar los descuentos en el transporte a los peregrinos. Parafraseando el Evangelio, si se nos permite, España ha recibido «el ciento por uno» de lo invertido. Nadie duda, por ejemplo, de que las bellas imágenes del atardecer en un Paseo de la Castellana adornado con pasos emblemáticos de la Semana Santa suponen un gran reclamo turístico para los amantes del arte. Habrá un antes y un después de la JMJ en la Iglesia española. Los jóvenes católicos que han aclamado a Benedicto XVI le han oído hablar de compromiso de vida, de fidelidad a la pareja, de abrazar el sufrimiento... La homilía de ayer resumió sus mensajes: la fiesta está muy bien, vino a decir, pero ahora lo «fundamental» es ir a misa los domingos, confesarse y comulgar. Un reto que ha planteado a la juventud creyente con una exigencia sin paliativos y que sólo una parte atenderá. Pero el Papa ha hablado también de tolerancia, de educación o de búsqueda de la verdad y la paz, valores que deben ser aceptados por cualquier ciudadano, creyente o no, y que contribuyen a mejorar la sociedad. Hay que destacar también el buen tono que ha existido entre el Gobierno y la Iglesia. Al no tratarse de una visita de Estado sino de un acontecimiento pastoral de carácter global, Benedicto XVI ha sido doblemente cuidadoso en el tratamiento de los temas más espinosos y, por su parte, el Ejecutivo se ha comportado de forma exquisita, tanto en la organización como en los detalles protocolarios.

El transcurrir de los días ha diluido el ambiente de confrontación atizado desde determinados ámbitos de militancia laicista. En estos días los confesionarios han llenado el Retiro, se han celebrado cientos de misas en centros deportivos municipales y miles de crucifijos y rosarios han llenado los colegios públicos. Pero España no es hoy menos laica que hace una semana. Esta experiencia nos lleva a una reflexión: el Estado es aconfesional y el Gobierno no debe legislar al hilo de ninguna moral religiosa, pero a la vez debe ser consciente de que no se pueden menospreciar los sentimientos de una parte importante de la ciudadanía. Ésta es una enseñanza que deja la Jornada: la colaboración leal entre la Iglesia católica y el Estado -que representa a una sociedad con raíces cristianas- tiene que ser la regla y no una excepción provocada por un evento de esta magnitud. Y es una ironía que el presidente del Gobierno que más ha legislado contra la moral católica y que parecía empeñado en erradicar los signos religiosos de la sociedad, clausure su carrera política poco después de la mayor manifestación de catolicismo que ha vivido España”.

El otro texto editorial, tomado de la prensa andaluza (Ideal, 22/8/2011) dice así: “Durante unos días en los que el clima caluroso no invitaba en absoluto a estar en Madrid, alrededor de dos millones de personas han participado con entusiasmo en los intensos actos de la Jornada Mundial de la Juventud. La capacidad de convocatoria de Benedicto XVI, un papa de edad avanzada, salud frágil e inclinación sobre todo intelectual, ha desbordado las previsiones optimistas. Fiel a su trayectoria, el papa ha proclamado el evangelio con toda su radicalidad y esperanza, ofreciendo a los miles de jóvenes venidos de todo el mundo una visión exigente y muy positiva de la vida del hombre iluminada por la fe católica. También ha multiplicado los gestos hacia los enfermos y los más necesitados y ha dialogado como un experimentado hombre de Estado con las autoridades españolas.

El balance de esta visita para el Vaticano y para la Iglesia española no puede ser más satisfactorio. La columna vertebral de la iglesia del futuro la formarán los jóvenes que se han sentido interpelados y llamados a seguir al papa. Benedicto XVI ha conseguido llenar de ilusión y confirmar en sus creencias a los fieles que han seguido el evento en directo o desde muchos rincones del mundo. Por parte del Gobierno, se ha evitado con acierto los desaires y las actitudes críticas hacia la Iglesia y se ha optado por la normalidad institucional. Al final las protestas que han tenido lugar durante la visita del papa han sido poco importantes y han perdido fuelle por la radicalidad de sus formas y de sus mensajes. La democracia española se enriquece con las propuestas de solidaridad, tolerancia, justicia o compromiso social que pueden venir desde la Iglesia católica y que ya no aspira a monopolizar la esfera pública, sino a participar con sus propuestas para construir una sociedad mejor en un contexto pluralista. Los responsables de la Iglesia en nuestro país han sido capaces de poner en pie la Jornada Mundial de la Juventud más exitosa de la historia. Pero todavía pueden aprender mucho del olfato diplomático del papa, su combinación de firmeza y capacidad de escucha y el estilo sosegado y sencillo con el que desempeña su tarea de guía espiritual”. Para completar estos testimonios mediáticos el lector queda remitido a Internet, que fue el medio de comunicación que puso las celebraciones de la JMJ en la picota de la actualidad mundial, y las sigue divulgado a lo largo y ancho del planeta.

CONCLUSIÓN

Confieso que mientras se estaban llevando a cabo los preparativos de la JMJ en Madrid no imaginé en ningún momento que su celebración pudiera tener el éxito que tuvo. Incluso no descarté que pasara sin pena ni gloria como un acontecimiento más entre los que organiza la Iglesia y maltratan los medios de comunicación. Luego se cambiaron las tornas en mis fundados prejuicios y resultó felizmente lo que termino de describir. Pero no podemos dormirnos en los laureles y cabe preguntarnos si, una vez terminado el bello espectáculo social, estético y religioso ofrecido por la JMJ, no terminó todo como un festivo juego de artificios volviendo cada uno de los jóvenes a sus respectivos países para encontrarse de nuevo a solas en su interior con la cruda realidad de la vida cotidiana y las mismas incertidumbres existenciales que antes. Mi respuesta a esta pregunta es positiva y la apoyo en dos razones.
La primera es psicológica y se formula del modo siguiente. La adolescencia y juventud es como una ventana abierta a las experiencias de la vida, y lo mismo las positivas que las negativas, para bien y para mal, quedan grabadas en la psique con facilidad. Por ello estoy seguro de que el impacto positivo de belleza, entusiasmo y experiencia de fe cristiana compartida, recibido por los jóvenes protagonistas de la JMJ, les va a servir a muchos de linterna espiritual para alumbrarse por los oscuros senderos de la vida que los espera. Cuando tengan que afrontar situaciones críticas en lo personal y social se acordarán de que llevan en su mochila de viaje una pequeña linterna para iluminar los problemas y ver la manera más acertada de resolverlos. La linterna significa la luz viva del baño de humanidad y vida cristiana que recibieron durante las celebraciones de la JMJ. La otra razón de mi optimismo está basada en los testimonios que se han divulgado después sobre estas experiencias existenciales. Basta darnos un paseo por los blogs que se han creado en internet sobre los recuerdos de la JMJ en Madrid para comprobar el grado de impacto feliz que quedó grabado en la memoria de aquellos y aquellas jóvenes que protagonizaron el histórico acontecimiento. Niceto Blázquez, O.P.
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